Dentro del trabajo que venía llevando a término desde el año 2000, agrupado dentro de la serie entorno (contextos y entornos), que se centraba en una tarea de destrucción ritual, el elemento fundamental era el hecho de poner dentro de su contexto los diferentes elementos que iba destruyendo y el propio proceso, siendo la destrucción ritual, por lo tanto, el centro del trabajo artístico conceptual y personal. En todas las acciones realizadas iba dejando atrás partes de mi historia personal que había ido arrastrando durante muchos años.
Poco a poco, esta dinámica de destrucción y abandono fue dando paso a una nueva, de trabajo constructivo. Mi trabajo artístico a lo largo de 2005 ha ido resaltando de forma inequívoca aquello que se construía sobre los deshechos de lo que iba destruyendo, más que el hecho de la destrucción. De esta manera, a partir del trabajo procesual entorno… en proceso, los restos de mis acciones dejaron de ser simples desechos, para convertirse en instalaciones u objetos que pueden ser apreciados de dos maneras muy diferentes, como objetos artísticos válidos por ellos mismos y como resultado final de un proceso performático, lo cual confiere a la obra resultante una nueva dimensión, que no existía en mi trabajo previo.
En el proceso performático Reconstrucción, se añadían otros elementos muy importantes para mí, como por ejemplo la construcción de un objeto tangible pero a la vez de un gran valor simbólico, la bola del mundo construida a partir de las notas de mi proceso terapéutico personal, recubierta de figuritas de niños y niños, construida con la ayuda de niños y adultos. Por una parte, quiero destacar la participación de un grupo de mujeres de mediana edad en la realización de la primera parte del proceso, como parte de una conferencia-taller de performance que impartí; pero quizás el hito más importante de este proceso seria la manipulación de la documentación videográfica de la segunda parte del proceso para crear una pieza de vídeo-arte, que tiene validez por sí misma; una cosa parecida haría a la hora de documentar la tercera parte del proceso, en el cual las imágenes fueron editadas siguiendo el tiempo que marcaba la música que empleé. En este momento, además, se produce un hecho importante, que es la recuperación de mis orígenes dentro del mundo del arte, que fueron precisamente en el campo de la música electrónica; en este vídeo recuperaba una obra compuesta entre los años 1991 y 1994, que siempre he considerado como uno de mis mejores trabajos musicales, y que, coincidencia o no, se titulaba Mémoire.
Quiero destacar esta inflexión, sutil pero muy importante, dentro de mi trabajo artístico, que cambia la destrucción y el abandono de los elementos que me atan al pasado por la construcción de una obra tangible, sin abandonar en ningún momento, empero, su intención performática. En cierto modo, este proceso performático del que hablo tiene algo de proceso chamánico, en el que se inviste a los objetos creados a partir de elementos pobres o cotidianos de una dimensión simbólica muy importante, fruto precisamente de la acción. Para mí, pero, la importancia de esta inflexión está en el hecho de que es, sobre todo, un proceso personal.
Otro elemento fundamental en estos últimos trabajos, y que quiero destacar especialmente, es la presencia cada vez más notable de niños dentro de mis acciones. Ya en la performance "¿Con qué objeto?" los niños se convirtieron en los principales protagonistas de la acción, en primero lugar convirtiéndola en un proceso interactivo con sus constantes preguntas y, más adelante, condicionando totalmente el desarrollo de la performance y su inesperado final.
La inocencia de los niños, que no tienen miedo de preguntar aquello que ven y no entienden, me atrae especialmente, porque no he buscado el cripticismo en ningún momento de mi trabajo performático; la explicación de mis acciones formaba también parte de mis acciones, pero, a veces, había que preguntar. Por esta razón, he dedicado a los niños mis últimas acciones, en las cuales he querido expresamente que participaran.
También hay un elemento clave relacionado con los niños que es el del deber de memoria hacia ellos. Dentro del trabajo de destrucción ritual y contextualización de las series contextos y entornos, ya se hizo patente la existencia de unas experiencias, de unas vivencias, de una memoria, compartidas con personas próximas a mí, tanto geográficamente como generacionalmente.
En estos momentos, en los cuales las diferentes líneas de trabajo que he ido desarrollando desde el año 2000 hasta ahora, tienden a la convergencia y al final de esta larga etapa de trabajo, voy ordenando las diferentes obras y revisando textos. Soy muy consciente de que hay obras que se repiten en más de una línea de trabajo; para mí no representa ninguna incongruencia, más bien al contrario, muestran como están interrelacionadas las diferentes líneas de trabajo, se señala la continuidad y la coherencia de todo el trabajo que he llevado a cabo durante los últimos cinco años. Trabajo que no sólo se ha desarrollado en el terreno artístico, sino, sobre todo, en el personal.
Y, por primera vez, en Reconstrucción 2000-2005, la obra ha sido presentada en forma de vídeoperformance e instalación, para dejar constancia de los objetos creados dentro de este largo proceso artístico y personal, que no ha sido sino un proceso de destrucción para la reconstrucción.
Carlos Pina, junio-diciembre 2005